La gran movilidad social que se experimentaba no sólo en los puertos, sino en todas las ciudades y pueblos situados en caminos del comercio suponía un potencial peligro de contagio con otras religiones y culturas. Este hecho convertía a los puertos costeros en zonas a vigilar a fin de detectar las posibles influencias de las inquietudes religiosas desatadas en el resto de Europa. Esta intolerancia ideológica y cultural fue general en toda la Península a lo largo del Quinientos, abanderando la Contrarreforma.
A finales de la Edad Media existió un enorme descontento con las estructuras eclesiásticas y su forma de religiosidad, representando una ruptura con una sociedad que se convulsionaba en profundos cambios socioeconómicos y religiosos, transformaciones con las que una parte de la población no se identificaba manteniéndose en la marginalidad.
Las caza de brujas y la represión inquisitorial (artículo completo)
La Inquisición con un poco de humor en este espléndido gag de Faenmino y Cansado:
Imagen: Aquelarre, Francisco de Goya, Museo Lázaro Galdiano, Madrid
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